Mira el
techo.
De a tres en la periferia. Se agarra la cara
con las manos hasta taparla lo más que puede. No hagas eso. Se le encorva la columna por completo como un arco. Tus pies tienen la carne desproporcionada
y eso te da tristeza.
Deja de
hacer ruidos con la garganta.
La cara
tapada y el pelo amarillo sobre las manos.
Se queda en cuclillas y le duele la carne del
pie derecho. Esconde la cabeza entre las rodillas. No querés que nadie te vea así. No querés hablar de nada de lo que
dicen en la radio y el cielo te parece una pileta enorme de la que va a salir
un monstruo para comerte pero no tenés seis años. Con el mar te pasa lo mismo
que con la noche y la desnudes. Te pasa lo mismo con el hígado y la palabra
cáncer y los gemelos muy iguales y los discos que no conocés y las mujeres
pelirrojas y los rengos.
Apunta con
el dedo índice y le sale una verruga de entre la uña y la carne.
Es
increíble con la facilidad que crece una verruga. Dejá de morderte que te sale sangre en cualquier momento. Te pasa lo
mismo con la pelusa en el ombligo y las manchas de humedad en la pared y la
gente que levanta la voz y cuando te pisan sin querer los zapatos recién
lustrados. Siempre te pasa lo mismo. Y te gustaría ser un lobo de estepa pero
sos un conejito de casa, de caza.
Se pierde y
mira el reloj y se encuentra.
Son las
tres. Y sabía que iba a decir eso.
Se deprime
y llora.
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