Viene
una mujer a buscarnos para ir a comprar
el desayuno. Salimos los tres. Ella es rubia y muy hermosa como una actriz de
cine y paseamos por un mercado enorme bajo un tinglado alto de chapas. Las
mesas con frutas son muchas y tiene los colores más brillantes pero sabemos que
en la calle hay guerrilla y los autos pasan rápido y haciendo ruido con los
frenos en las esquinas. Es un día hermoso. Olemos las frutas tranquilos antes
de comprarlas. Mucha gente vendiendo y comprando. Cuando volvemos al
departamento faltan muebles y las paredes están descascaradas. Falta la cama
blanca y todo lo que estaba cerca del placard. La silla con los almohadones de
pájaros, el perchero con las carteras y los libros que estaban en el aparador
de la entrada que parece haber sido arrancado de cuajo. En el medio del espacio
una cámara de fotos en su trípode. A mí se me da por mirar lo último grabado y
la veo a ella, a la rubia, gritando y torturando a una persona hasta matarla,
al mismo tiempo llora y explica sus motivos. Cuando termina la grabación ella
llora de nuevo y le pide perdón a quién sería mi novio o mi ex, por momentos es
uno y por momentos otro. Cuando él la abraza y le perdona todo ella se
tranquiliza y se vuelve a reír como si no hubiese pasado nada. El departamento
es un desastre y yo lo tengo que devolver.
Ella es una guerrillera loca y asesina y yo todavía no se bien que pito
toco. Se hace de noche y ella se prepara para dormir cortando la calle con
almohadones para un lado y almohadas para el otro, pero con la cabeza apoyada
en el asfalto. Un auto quiere pasar y toca bocina pero él le explica que ella
va a dormir.
Amanecemos
en otra casa y hay que preparar las cosas para mudarnos. Ahora si con mi ex. La rubia se fue. La casa tiene muchas habitaciones y está
dentro de una especie de conventillo. Las piezas son chicas y las paredes están
mal revocadas y pintadas con colores viejos y de mala calidad. Los techos son
bajos, las puertas angostas. Él mide dos metros y es rengo. Movemos la heladera con todas las cosas
adentro y yo le pregunto a donde se va a
mudar. Queda casi nada por mover. Él me contesta que a la provincia con su
familia y me dice que yo puedo ir ahí pero que no quiere estar más conmigo. Le
digo de coger y me rechaza. Pienso en vivir en la provincia y
estoy adentro de un almacén de barrio con un señor gordo que cuenta de lo
aburrido que es vivir ahí. Afuera pasa gente en bicicleta. Recuerdo que yo
tenía otra casa y llamo a mi concubina para decirle que vuelvo. Ella dice que
ya le alquiló mi habitación a un amigo. Yo le pido que me deje volver porque
no tengo a dónde ir, pero ella dice que no. Ya le dijo que sí a él. Y se va a
quedar con Petra. Me desespero y lloro.